LA CASCADA DEL ALJIBE. MATALLANA (un salto de pizarra)


 

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pozas del barranco del aljibe (Matallllana)

Pueblos de arquitectura negra del macizo de Ayllón jalonan la senda que lleva a esa bella caída de agua. Un escondido y refrescante paraje. Se trata de uno de los mas curiosos y desconocidos saltos de agua que pueden encontrarse en la zona centro.  Territorio despoblado donde habitan jabalí, corzo, liebre, cárabo, lechuza, búho, mochuelo, águila real y cernícalo.

PUNTOS DE SALIDA Y LLEGADA: El Espinar (recorrido aproximado 11 kms.)

 

OBSERVACIONES: La marcha puede acometerse en pleno invierno al discurrir por cotas bajas del macizo de Ayllón (1.100 metros). Esta época y principios de primavera son las más recomendables para ver arroyo y cascada con el máximo caudal. En verano, además, podremos darnos un chapuzón en sus cristalinas aguas aunque siempre heladoras. En estos meses estivales conviene emprender la marcha temprano evitando las horas más calurosas.

DESNIVEL: se salva uno muy abrupto

ACCESOS: Desde Madrid, tomar la A2, carretera de Barcelona, hasta el kilómetro 50, desviándose hacia Cabanillas de la Sierra y Guadalajara. En esta ciudad seguir por la CM-101, direccion  Humanes y luego a Tamajón por la CM-1004. Desde esta última localidad, en donde estamos, casa rural LAS TROJES, continuar direccion Majaelrayo, hasta el pueblo del Espinar, en cuya era comienza la excursión.

MATERIAL RECOMENDADO: es imprescindible llevar un calzado de marcha adecuado y llevar gorro y crema solar

DESCRIPCIÓN: Los pueblos que yacen acurrucados en la falda occidental del pico Ocejón son muy extraños. (Aclaremos que extraño viene del latín extraneus: exterior, ajeno, extranjero).

Tan extraños son que José María Ferrer, en su clásica guía 200 kilómetros alrededor de Madrid, los compara con los de las tierras asturianas de Oscos, multiplicando por tres el radio de interés de su obra. No es el único. Domingo Pliego ha parangonado la soledad de esta comarca (0,8 habitantes por kilómetro cuadrado) con la de Groenlandia o Mongolia. E incluso hay quienes, al propio  Ocejón, que preside este valle remoto del macizo de Ayllón, le llaman el Cervino manchego.

Extraño. Más que extraño, el pueblín de Espinar es negro, que no es lo mismo. Bien mirado, lo verdaderamente extraño sería que las casas de El Espinar fuesen de mármol sacaroideo, habiendo en derredor pizarra por doquier.

Además, la pizarra es un soberbio material de construcción, pues se exfolia con nada y forma lajas planas, muy a propósito para techumbres. La única pega es su peso, que obliga a levantar ciclópeos muros de carga.

Tejados que semejan calzadas romanas; espesos muros de pizarra que apenas respiran por portezuelas y ventanucas rematadas con fuertes cargaderos de roble; algún tejado soportado por armazón de madera y el inconfundible volumen semicilíndrico del horno adosado a ésta o a aquella vivienda son elementos comunes a los pueblos negros, incluido El Espinar.

Privativo de El Espinar es el camino que conduce de la forma más célere y rectilínea a la cascada del Aljibe, uno de esos prodigios que, de uvas a peras, se saca el macizo de Ayllón de la chistera de pizarra para resarcirnos de sus kilométricas desolaciones.

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El tal camino es una pista de tierra que sale de la aldea hacia el sur, entre las últimas casas y una cancha de baloncesto, y corre por lo alto de una loma despejada, con una leve pendiente, que no ofrece al paseante más compañía que la de las jaras y algún añoso roble solitario (auténticos monumentos vegetales), pero enormes vistas de la ingente mole del Ocejón (2.049 metros), a levante, y de la afilada sierra de la Puebla, a poniente.

A dos kilómetros del inicio -media hora de andar a paso normal, ni de carga ni de buey- se  presenta una bifurcación a la altura de un robledillo en la que deberemos tomar por el ramal de la derecha, para enseguida volver a desviarnos a la diestra por unas rodadas que discurren entre campos de cultivo. Rebasadas las postreras aradas, el camino desciende bruscamente entre jarales hasta la orilla del arroyo del Soto, que un centenar de metros más abajo, cerca ya de su desembocadura en el Jarama, se precipita por un despeñadero de erizadas pizarras.

Asomado a la barranquera, se descubre abajo el milagro hecho por el agua teniendo el tiempo como única herramienta. Un primer represamiento conduce a un salto de un par de metros, en cuyo final el agua se embalsa en una suerte de bañera natural que desborda por el lado opuesto.

Lo hace en una cascada de una decena de metros sobre otra balsa más grande y sombría, parte de la cual está cubierta por una espesa boveda vegetal.

Su perfección, encajada en las paredes pizarrosas, la convierte en un aljibe natural. No podría tener otro nombre.

A la balsa casi inaccesible que se forma al pie del primero debe su nombre la cascada del Aljibe.

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Si no disponemos de un mapa del terreno, deberemos dar por concluida la excursión en este  punto; el espectáculo que ofrece la cascada, contemplada desde la escarpada margen izquierda, es cumplida recompensa para una hora escasa de caminata. En caso contrario, podremos reanudar el camino donde lo dejamos -un centenar de metros arroyo arriba- y, salvando un breve repecho, remontar el profundo valle del río Jarama hasta el puente de Matallana.

Continuaremos nuestro camino hacia el norte, alejándonos progresivamente del Jarama, para arribar a Roblelacasa, bucólica aldehuela encaramada sobre el barranco del arroyo del Soto.

Y ya por la carretera, apenas transitada, volveremos a Espinar oteando por el rabillo del ojo izquierdo Campillo de Ranas, apiñado en torno a la torre de su iglesia, negra, como es natural.

 

ORIGEN DE LOS DATOS: diario EL MUNDO, edición Madrid, del 29.07.2000,  diario EL PAIS, edición Madrid, del 19.02.1999

BIBLIOGRAFIA: José María Ferrer aporta curiosas noticias sobre los pueblos de arquitectura  negra en la guía 200 kilómetros alrededor de Madrid, de Ediciones La Librería. Véase tomo II, ruta 16.  También, escritos de Domingo Pliego.

CARTOGRAFIA: La cascada del Aljibe figura en el mapa Sierras de Ayllón y Ocejón, de La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38). Para más señas, es la que aparece fotografiada en la portada de dicho plano. (en Las Trojes, disponemos del mapa)

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